¿Notas que tu ordenador ya no va igual de bien que antes? ¿Las tareas que realizabas en segundos ahora se convierten en tediosas esperas de minutos? No te preocupes, todos hemos pasado por esto. A continuación te ofreceremos una serie de consejos para conseguir que tu PC sea tan rápido que Usain Bolt a su lado parezca una tortuga reumática. ¡Vamos a ello!
Eliminar elementos nocivos
En primer lugar eliminaremos todo aquello que le sobre al PC, y lo primero y fundamental son los virus, troyanos y pequeños programas de spyware que a buen seguro tendremos instalados en nuestro equipo. Los que no son directamente dañinos consumen recursos y ralentizan el ordenador. Por mucho cuidado que tengamos es muy complicado estar completamente libres de estos pequeños invasores, pero con una revisión del sistema cada cierto tiempo no tendremos que preocuparnos demasiado por ellos.
No hace falta gastarse demasiado dinero en antivirus, de hecho no hace falta gastar nada en absoluto: el mismo Windows tiene una suite de protección estupenda que filtrará el 99,9% de elementos dañinos. Simplemente basta con instalar desde la misma web de Microsoft(si no lo tienes ya instalado por defecto) Windows Security Essentials en versiones anteriores a Windows 7, o Windows Defender en posteriores. Para el resto de casos no viene mal de vez en cuando pasar alguno de los detectores gratuitos de ESET, Kaspersky o el Malwarebytes Antimalware. ¡Ojo! No es nada recomendable tener más de un antivirus a la vez en el equipo. Chocan entre ellos, producen falsos positivos y si les da por arrancar a la vez el tiempo que tardarán en terminar será mucho mayor que la suma de sus partes. Ten solo uno y el resto una vez hayas terminado con ellos desinstálalos.
Casi tan nocivos como los virus son las diversas barras de navegador que a menudo nos cuelan en la instalación de otro programa en el PC. Prácticamente todo lo que contenga “search” o “toolbar” está garantizado que ralentizará el equipo. Librarnos de ellas puede ser incluso más complejo que librarse de un virus, así que si nuestro querido “Desinstalar un programa” del Panel de control no es capaz de lidiar con ellas habrá que buscar información específica en Internet sobre su eliminación. Cuidado aquí también, ya que hay programas legítimos con esas cadenas de caracteres en sus nombres: nuevamente una rápida búsqueda en Google nos permitirá averiguar si se trata de un consumidor de CPU o realmente nos sirve para algo.
Limpiar el resto
Los siguientes pasos nos permitirán limpiar el PC de basura y liberar parte de su carga, consiguiendo de esta manera aumentar la velocidad del ordeandor.
En primer lugar eliminaremos de nuestro disco duro aquellos archivos y programas que ya no usemos. Estos últimos sobre todo pueden hacer que el sistema se lentifique si residen en memoria al iniciar Windows. Un borrado de los vídeos, fotos y documentos antiguos liberará al disco duro de trabajo cuando necesite indexar archivos y cuanto más espacio libre haya más rápido irá. En cuanto a programas obsoletos lo mejor es desinstalarlos y olvidarnos de ellos. Para asegurarnos de que no quedan “restos” conviene pasar algún programa que revise el registro de Windows y elimine todo aquello que ya no se use. Este proceso puede efectuarse de manera manual a través del REGEDIT, pero hay que tener un cuidado extremo con lo que se toca: eliminar lo que no se debe puede hacer que el equipo se quede “frito”.
Una manera de asegurarnos de que estos programas no nos van a dar la lata sin tener que eliminarlos (puede que los necesitemos más adelante) es hacer que no se carguen con el arranque de Windows. Para ello lanzaremos el programa de configuración del sistema o “MSConfig” mediante el menú “Ejecutar” en nuestro botón de Windows, o pulsando las teclas “Windows + R” en el teclado y posteriormente escribiendo “MSConfig” sin las comillas. Posteriormente dejaremos tranquilas todas las pestañas (si no somos plenamente conscientes de lo que estamos haciendo) excepto la de “Inicio de Windows”, donde desmarcaremos aquellos servicios de programas que no queremos que arranquen con nuestro sistema operativo. ¡Voilà! Hemos librado de carga al arranque y durante toda la sesión de Windows, a no ser que ejecutemos directamente esos programas.
A continuación no estaría de más pasar la utilidad de liberación de espacio en disco que tiene Windows (se puede acceder a ella desde el menú de “Herramientas del Sistema” o en las propiedades del disco duro del que queremos liberar espacio), aunque previamente sería recomendable desfragmentar el disco. Nuevamente Windows dispone de una herramienta para hacerlo, en el mismo sitio que la anterior. Con esto conseguiremos que los “clusters” o pequeños bloques en los que se divide el disco duro contengan la información “lógica” correlativa en espacio físico seguido, con lo que se gana mucho tiempo a la hora de acceder a esos datos. Si no tienes programadas sesiones de desfragmentación estaría bien que lo hicieras ahora: con una sesión a la semana en algún momento del día que no vayas a usar el PC sobrará. Y si algunos clusters se encuentran en mal estado el programa se encargará de marcarlos y reasignar la información que contengan a bloques en buen estado. Si hay muchos clusters invalidados es signo seguro que al disco duro le quedan dos telediarios… Cámbialo antes de que sea tarde.
Y ya que estamos limpiando, aprovecha para eliminar pestañas antiguas de tu explorador. Sabes que esas páginas no las vas a volver a mirar en meses. ¿Para qué las tienes ocupando RAM? De paso elimina también cookies, historial y archivos antiguos de tu navegador. Conserva si quieres las cookies de contraseñas y formularios para no tener que volver a insertar la información en las páginas por las que navegues.
Si todo lo demás fallara.
Si los consejos
anteriores no han servido de mucho y tu equipo sigue disfrutando de la
velocidad de un caracol de peluche, mucho nos tememos que la única solución
posible sea formatear el disco duro y empezar una instalación nueva y sin basura.
Esperamos que al menos tengas particionado el disco duro en dos: una parte para
el sistema operativo y otra para datos, y que de esta manera puedas eliminar
solo la parte del SO y no tener que andar pasando los datos a un disco duro
externo. ¿No es el caso? Bien, ya sabes lo primero que tienes que hacer según
vuelvas a instalar Windows, aprovechando que el disco está como nuevo.
En
cualquier caso antes de dar este paso probaremos un último intento a la
desesperada. En ciertas ocasiones lo que puede ralentizar al sistema es el exceso de temperatura que se genera en la placa, hasta el punto de
bloquearse del todo y “colgarse” o apagarse el equipo directamente. Eliminar el
polvo de la placa es algo que deberíamos hacer de manera habitual, pero en este
caso lo que puede afectarnos sobre todo es la pelusa que puede estar atrapada
en el disipador (ventilador) de la CPU. Si no estás seguro de cómo hacerlo
puedes hablar con un técnico, pero es algo bastante sencillo de realizar:
bastará con soltar el disipador que se encuentra justo encima del
microprocesador y limpiarlo bien por dentro, sin usar agua ni productos
abrasivos. Con una bayeta y un palillo será suficiente. Antes de colocarlo de
nuevo puedes añadir si quieres algo de pasta térmica encima del micro para
ayudar a que esté frío. ¡Sin pasarse con la pasta! Si se escapa por los bordes
puedes “freír” la placa.
Si
ni con estas hemos conseguido mejorar la velocidad del PC, antes de comprar un
equipo nuevo poder tratar de mejorar el que ya tenemos. Hay muchos elementos
que pueden mejorar la velocidad de nuestro PC (sustituir la tarjeta gráfica,
hacer overclocking en el
microprocesador, un disco duro que trabaje a más revoluciones por minuto…) pero
en los que más notaremos la mejora de la velocidad general del sistema son dos: la RAM y colocar un SSD. Aumentar
la RAM es el primer paso para hacer que nuestro PC vaya más rápido. En cuanto a
colocar un SSD (disco duro de estado sólido) la mejora puede llegar al punto de
tener el equipo arrancado y listo para funcionar al 100% en 10 segundos. Eso
sí, los SSD son caros para su capacidad así que procuraremos usarlos únicamente
para tener instalados en ellos el sistema operativo y los programas que más
carga supongan a la máquina. Para el resto de archivos nos bastará con el disco
duro de toda la vida. Con estos consejos estamos seguros de que tu ordenador
pasará a ser todo un bólido, pero ¡recuerda tratarlo bien!